Todos celebran con razón el Nobel de MVLL, el mejor novelista peruano. Sin embargo, sus recientes fanáticos deberían conocer una frase que alguna vez dijo una persona muy aguda: “lamentablemente, está empezando a escribir como su hijo y a comportarse como su padre...”.
MVLL se promociona como un adalid de la democracia y los derechos humanos. Es el vocero universal de la libertad, usando como sus palestras predilectas a CNN, Washington o las Universidades Españolas. Y siempre criticando duramente a Cuba, Venezuela, Bolivia y los “nacionalismos” que considera primitivos.

Pero MVLL nunca ha criticado con la misma dureza la invasión estadounidense en Afganistán e Irak, ni el genocidio contra el pueblo palestino ejecutado por esa sede de Washington en el Medio Oriente llamada Israel. Y acaso no ha dicho nada sobre el abuso del poder corporativo que ha minado de muchas formas la libertad de miles de personas, creando muerte, desolación y explotación (Chiquita Brands en Colombia, Coca Cola en la India, Nike en China, Enron en Estados Unidos, etc., etc., etc…). Claro, ha reprochado alguna vez la política exterior Israelí (¡recién hace unos meses!) con casi la suavidad de una caricia, pero una posición contundente y desafiante contra todo tipo de opresión de la libertad nunca se le ha visto, y es que, por supuesto, tendría que alejarse de sus palestras predilectas para hacerlo. Además, ¿Qué se puede esperar de alguien que afirma por los cuatro vientos que hay culturas superiores e inferiores? En efecto, para nuestro MVLL, cuyos artículos periodísticos son un conjunto de reminiscencias neocolonialistas, las culturas no occidentales son inferiores a las occidentales. Afirmar eso sí que es demasiado.
Entonces, cuando por un lado se defiende la “libertad” a raja tablas y por otro se calla o murmura frente al genocidio y la opresión, vemos una actitud bastante hipócrita y un tanto autoritaria. Ese mismo autoritarismo que llevó a Jorge Luis Borges a manchar su trayectoria intelectual al apoyar al dictador Augusto Pinochet, el general de los neoliberales.
Pero aquí hay una cuestión importante que salta a la vista: la trayectoria intelectual. Usualmente se separa entre el MVLL escritor y el MVLL activista político. ¿Es posible dicha separación? ¿Es posible amar al escritor y odiar al activista? Esa sensación amor/odio la tuve por mucho tiempo. Sin embargo, creo que un intelectual puede tener muchas facetas pero no puede partirse en pedazos incomunicados. El joven MVLL que trasmitió su nihilismo de forma magistral en “Conversación en la Catedral”, no es el mismo que luego mostró toda su filosofía individualista radical en obras como “Los Cuadernos de Don Rigoberto” o “El Paraíso en la otra Esquina”. Para mí, el joven MVLL que tenía mucho de anarquista y verdaderamente liberal no sólo era mejor activista, sino también mejor escritor.
Adoro la técnica literaria de MVLL. Esa técnica que quizá llegó a su máxima expresión con “La Guerra del fin del Mundo”. Pero cada vez que leo sus novelas más recientes - a excepción de “La Fiesta del Chivo” que por momentos reverbera su antigua genialidad -, siento que la fuerza y creatividad del escritor de antaño se va apagando. Veo un intento exagerado de repetirse a sí mismo y mucho erotismo pusilánime, vacío. Y peor, cuando leo algunos de sus ensayos y artículos periodísticos que parecen panfletos de ultraderecha, me da un poco menos que nausea, lo siento, pero es así.
Entonces, la dicotomía que muchos lectores de MVLL alegan tener ya no la comparto. Admiré a MVLL, siempre admiraré lo que fue MVLL, pero el MVLL de hoy es casi un Jorge Luis Borges con premio Nobel y sin esa imaginación erudita. Es decir, un anciano que fue genial pero que cada vez se está quedando más ciego.
Esta vez el nobel de literatura está al otro lado, al lado opuesto de Saramago y García Márquez. Muchos de los que celebran ello no han sabido apreciar lo mejor de la obra de MVLL, y más bien han bebido de lo peor de su activismo político. Es una lástima.