sábado, 26 de febrero de 2011

Requiem For A Dream: ¿Una película de culto?

Luego de ver “The Black Swan” (2010) y “The Wrestler” (2008), la última película más que notable, decidí poner atención a Aronofsky y ver su película más popular (que por años muchos amigos me la habían recomendado): “Requiem For A Dream” (2000) (RFAD). El resultado fue una decepción total.

RFAD es pretenciosa como pocas, tanto en su contenido como en su aspecto visual. Esa pretensión la lleva a proponer una especie de barroquismo de music video o comercial de TV, con cortes y sobresaltos a cada momento. En una palabra, es excesiva, pero no se trata de un exceso transgresor, siempre bienvenido y siempre emocionante. Se trata de un exceso vacío, repetitivo, incansable. Un exceso de querer mostrar cierta maestría visual y narrativa con destellos de sexo, violencia, amor, desamor, locura, muerte… todo y nada a la vez.



 
Mientras veía la película observaba un ímpetu por emular a directores como Tarantino o Boyle, e incluso reminiscencias de la “Naranja Mecánica” de Kubrick (1971). El espectáculo visual en las películas de estos directores, sin embargo, no abusa de la parafernalia, ni sus historias pretenden ser una catarsis espiritual (y visual). Ellos supieron ponerse límites bien claros.

Por eso, mientras pretende mostrar con seriedad y originalidad la autodestrucción de sus personajes nihilistas, RFAD propone una trasgresión soft, que por un lado adorna la decadencia de cada uno de sus personajes, pero por otro, la muestra como una consecuencia merecida (por la ambición y/o adicción). Por eso es simplemente incomparable a “Trainspotting” (Boyle, 1996), que juega también al nihilismo pero sin querer presentar el tema como trascendente, sino con certero y original sarcasmo.



Felizmente, Aronofsky ha demostrado que tiene mucho más que ofrecer, como la excelente “The Wrestler”, mucho más sencilla pero a la vez más madura, una película que transmite nostalgia de manera brillante, o más recientemente “The Black Swan”, donde las imágenes de locura en vez de empalagar la historia, son elementos que la potencian.

Lo que sí no entiendo es cómo RFAD le pudo haber gustado a tanta gente, e incluso cómo algunos la consideran una película de culto. Creo que a esta película no hay quien le gane en postmodernismo light o en transgresión efectista adolescente; pero de culto, al menos para mí, no tiene nada.