domingo, 24 de julio de 2011

The Tree of Life

Cuando acabó la película escuché las voces de unas chicas sentadas atrás. Una decía: “What the hell was that?”, y su amiga “sorry, sorry it is the last time I choose a movie”.



Mucha gente salió decepcionada, esperaban una película “filosófica”, y querían salir del cine teniendo más o menos claro el significado de la vida, el amor, Dios o la muerte. Los menos ambiciosos simplemente esperaban tener una historia clara donde haya un desenlace, una moraleja. Pero “The Tree of Life” de Terrence Malick (2011) no pretende responder ninguna pregunta trascendental. El filme trata de mostrar un proceso - el eterno proceso de creación-, y lo hace de manera introspectiva, surrealista, a veces diáfana, a veces salvaje. Se muestra así para aquellos que quieran darse un viaje más allá del tiempo y del espacio.

Hay tres dimensiones en la película. Una es la historia de una familia tradicional estadounidense de los años 50s, donde el padre tiene el control, la mujer es cariñosa y sumisa, y los 3 hermanos aprenden a comportarse bajo el régimen patriarcal. Esta historia es construida sobre la base de los recuerdos de uno de los hijos (Sean Penn), un hombre moderno de ciudad que en el presente tiene un común trabajo de oficina, sofisticado, pero que se encuentra trastornado con imágenes del pasado.

Los recuerdos giran sobre lo qué sucedió antes de la llegada de la muerte de (al parecer) el segundo de los hermanos. Este es el evento central de la película, no porque sea el desenlace (de hecho sabemos de eso al comienzo), sino porque a propósito de este evento el filme se sumerge en el complejo proceso de creación. Entonces, mientras se desarrolla la historia de la tensa relación entre los niños (especialmente el primogénito) y el padre, la relación conflictiva entre hermanos y el rol protector de la madre, una tercera dimensión emerge a cada instante, dimensión en la que se muestra a la naturaleza en toda su libertad (el universo, los animales, microorganismos) a través de imágenes que se sobreponen una a una, y son acompañadas por la voz lejana de la madre que, entre lamentos y meditaciones, parece ser parte misma de la naturaleza.

Al comienzo pensé que esta dimensión estaba dirigida a revelar la insignificancia de las historias personales frente a la vastedad del universo. Pero en realidad evocan a la propia familia, en donde el padre drástico y explosivo expresa el lado más rudo de la naturaleza que domina – aunque no queramos- nuestras vidas; pero a la vez, la actitud dócil, protectora y, al mismo tiempo, aleccionadora de la madre expresa la armonía y pureza que tiene también la naturaleza. Así, las escenas más intensas de la dimensión familiar se entrelazan con imágenes de volcanes en erupción, bosques y mares inmensos.

En ese contexto, y desde una visión holística, la familia y cada individuo es un todo en sí mismo, la vida que se reproduce en todas partes, en todo momento está ahí encendida en cada sujeto. Pero al mismo tiempo que cada individuo es un todo, es parte de algo que es también infinito. Esa (inter)relación holista es, en esencia, lo que creo que la película representa (y es mi visión de “The Tree of Life”). Por eso al final, esa voz de la madre, que parece inherente a las imágenes de la naturaleza dice: “I give you my son”. La madre que perdió a su hijo sabe que se lo da a la otra gran madre (por algo los indígenas ven a la tierra como la pacha-mama). Pero esa voz en verdad representa a ambas: a la mujer abnegada y a la naturaleza que se muere infinitamente para volver a nacer. El sacrificio de una y de otra que desde el punto de vista holista es lo mismo.

Puede tacharse a la película de excesivamente pretenciosa o de excesivamente personalista. Pero no caben para mí aquellas críticas de “falta de coherencia” o falta de “desenlace”. La película no puede verse, necesita ser apreciada como un gran lienzo o como un poema visual en cada una de sus dimensiones. Sólo así podrá ser disfrutada. Y no se imaginan cuánto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario